DIARIO DE UNA NAVEGANTE ESPIRITUAL ¿Perdida y sin rumbo?

Viviendo en la rapidez y el estancamiento.

 

 

Es una paradoja, pero así percibo la vida de un tiempo a esta parte. Percibo una vida de una rapidez apabullante y al mismo tiempo como si nada pasara, como si estuviera viviendo en bucle el mismo día cada día. Y realmente esa sensación me tiene igual de aturdida que fascinada, porque ¿cómo se puede vivir sintiendo velocidad y estar parada al mismo tiempo?

 

 

Los días vuelan. Las horas son un pestañeo. Todo en un constante movimiento a lo que parece ser la velocidad de la luz, pero interiormente hay una sensación de no avanzar a ningún lugar. Curiosamente, cada día tengo más entusiasmo que el día anterior, y mi deseo de servir y ser parte activa del cambio de humanidad es cada vez mayor. Cada día vislumbro con mayor certeza eso que llaman el Ser y es tan grande y capaz que siento que el tiempo no es capaz de alcanzarlo. Es como si jugaran juntos al pillapilla. Pero el tiempo, tan efímero como caprichoso, no es capaz de abarcar la grandeza del Ser. La misma que impulsa cada una de las acciones del día a día, a la vez que los anhelos. El mismo Ser que me hace crecer como persona a la vez que conecta cada vez más con la sensación de no ser nada, ¿qué soy en comparación con lo que Es?

 

 

 

En el fondo de cada alma, ahí donde el Ser reside, hay un espacio tan grande y con una inmensa capacidad de TODO que no deja de expandirse, y cuanto más se expande ese espacio, más pequeño te percibes a ti mismo. Es una auténtica paradoja de Zenón, imposible de entender. Solo se puede experimentar.

 

 

 

Mi cuerpo no es capaz de responder a tanta inmensidad, siento que no me acompaña en la tarea. Tengo voluntad, pero es mucho más grande que mi capacidad enérgica desde el punto de vista biológico. Se cansa la vista, las manos, el cuerpo, aparece el sueño y el agotamiento. Desde hace meses el cuerpo pesa, se siente denso, lento y torpe. A la vez que aparecen los rastros kármicos de acciones no íntegras, ni mucho menos amorosas. Eso que se experimenta como “dolores”. De intensidad y presencia variable según el día.

 

Una vez alguien, a quien admiro profundamente, me dijo al expresarle que sentía el cuerpo pesado, "que lo que pesa es el ego".

 

Y sí, qué razón tenía. El ego es pesado a más no poder.

 

 

A la vez el corazón es cada vez más ligero, se expande. Aumenta por segundos la devoción, la oración y la entrega. Y de manera paralela, la observación del propio ego se hace fascinante y por momentos aterradora. Esta observación es como el propio ego, a mayor es esta, mayor es la ignorancia. Es ver el 1 % de todo sabiendo intuitivamente que lo asombroso está en el 99 restante. Deseas ver ese 99, pero sabes que ves lo que tienes que ver, ni más ni menos, y que no por mucho querer lo veré antes.  Los tiempos de Dios son perfectos, y qué perfectos son. Esto es algo que uno va entendiendo con el paso de los años. Cuando echamos la vista atrás y podemos ver que todo tenía un “para que”. Todo tenía que pasar justo como pasó, para que hoy podamos ser quienes somos. Ni mejores, ni peores, simplemente PERFECTOS.

 

 

Y cierto es que no tengo todas las respuestas, ni siquiera sé si las respuestas que tengo son las correctas, pero ciertamente no me siento perdida y sin rumbo, en el fondo mi Ser está la certeza de ir por el camino correcto.

 

El camino que ando cada día se afianza más en el amor, en el perdón, en la compasión, la misericordia, el entendimiento, y sobre todo en el no juicio; y este camino me trae paz y ligereza en el corazón, y esta es la brújula interna que me indica que este es el camino. 

 

 

Hoy en oración pido a Dios que tu corazón también se vuelva ligero como una pluma y la paz también sea tu guía interna, y que pase lo que pase a tu alrededor, eso que está en un interior brille siempre. 

 

 

 

 

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