
Parece que muchas almitas estamos sumidos en cambios profundos, de esos que marcan un antes y después en nuestras vidas.
Si hay algo común en todo cambio, es la incertidumbre. Esta se hace más patente cuando estamos en medio de un renacimiento. La misma que nos muestra una bonita lección de realidad al decirnos:
“¿Sabes eso que creías tener bajo control?” Pues resulta que no controlas nada”.
Menudo baño de humildad nos trae.
Yo que creía que los parámetros de mi vida estaban bien establecidos y de repente un soplo de viento de cambio me enseña que no, que todo era solo una ilusión.
Otra cualidad de estos episodios es que traen una gran sabiduría y comprensión del cambio, lo que esta, se hace patente con el paso del tiempo. Es cuando el cambio no solo ya se ha concluido, sino que estamos completamente establecidos en lo nuevo, es decir, este ha dejado atrás incluso la característica de novedad.
Los que ya han vivido muchos de estos cambios han ido ganando tablas. O, mejor dicho, ha ganado una tabla, esa que le permite surfear el cambio. Es esa que está aerodinámicamente preparada para atravesar un cambio sin quebrarse.
Y eso es algo que te da la experiencia.
Toda esa sabiduría y comprensión que ganas con cada cambio te prepara y te cualifica para el siguiente. Así, que cuando uno de estos vientos de cambios llega a tu vida, ya dejas de resistirte, aprendes a abrazar el proceso, a sumergirte en él y a mirar con curiosidad qué es lo que trae. Prefieres vivirlo con optimismo, fe, esperanza y actitud. Vamos que lo vives con verdadera resiliencia.
Los que me conocen saben muy bien que hablo mucho de Jesús, y hay una frase en el evangelio de Lucas (5:37) que este Gran Maestro nos dejó que indica muy bien todo esto.
“Y nadie echa vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo romperá los odres y, consecuentemente, se derramará el vino y perderán los odres.”
Es decir, los vientos de cambio vienen a romper con lo viejo para que habitemos lo nuevo. Y en este proceso, cuanto más estemos apegados a lo viejo, más sufriremos; pues como bien nos enseñó este otro Gran Maestro (Buda), “el origen del sufrimiento tiene su raíz en el apego”, y este adopta muchas formas.
A veces son cosas materiales, otras pueden ser a personas… lugares… trabajo… dinero, e incluso a la salud. La enfermedad no es sinónimo de sufrimiento, aunque esta traiga dolor. Es la resistencia al dolor, la no aceptación, la aversión a la condición de enfermo y al proceso, es el apego al estado de “no enfermedad”, lo que nos hace vivir en sufrimiento.
¿Y tú? ¿Sientes que estás viviendo en tu cambio, sientes que hay algo que está muriendo en tu vida?
PD:Quiero aprovechar para decirte que hoy 11 del 11 ha salido a la venta un nuevo libro: "El Poder del Amor", un libro con conocimiento y herramientas maravillosas para que puedas atravesar cualquier cambio de tu vida con calma.
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